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Entreverados

Desarrollo del proyecto - Etapa 1

Casa Tomada

La casa constaba de: el comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes que quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte de ala delantera donde había un baño, la cocina, los dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo.
Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba al zaguán, abría en cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de los dormitorios de Irene y Benjamín, sus actuales ocupantes y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse.

La casa era espaciosa y antigua, guardaba los recuerdos de los bisabuelos, el abuelo paterno y los padres de Irene y Benjamín.
Estaban habituados a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Vivían siempre en la parte delantera de la casa, casi nunca iban más allá de la puerta de roble.

No necesitaban ganarse la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba.
Se morirían allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, ellos mismos la voltearían justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Bisabuelos

Doña Teodelina y Don Facundo

Doña Teodelina murió a los 80 años (nació en 1835) debido a la fiebre amarilla.
Era una persona simpática y agradable que tejía todo el día. Era delgada, no muy alta y tenía piel trigueña. Su cabello era blanco y tenía ojos marrones. Curiosamente, su rostro no presentaba ninguna arruga.

Don Facundo murió a los 84 años (nació en 1831) por causas naturales.
Era un hombre robusto de pelo blanco y siempre se peinaba hacia atrás.
Tenía bigotes gruesos que cubrían su labio y tenía unos grandes ojos grises intensos.
Era un hombre adinerado de familia conservadora. Siempre vestía de traje y era un fumador empedernido de habanos.
Se dedicaba a la venta de granos y cueros, los cuales conseguía de sus estancias.
Junto a su mujer Teodelina tienen 3 hijos: Joaquín, Francisco y Ricardo.

Abuelo Paterno

Joaquìn

Padres

Ismael y Martha

Ismael es el unico de los hijos de Lucrecia y Joaquín que sobrevivió a la “fiebre amarilla”. Es un hombre flaco, alto y con los bigotes iguales a su padre.
Luego de haberse recibido de abogado se encargó de los negocios familiares al haber heredado una gran fortuna de sus padres.
Este conoce a Martha, señorita de alta sociedad con la que se casa y de ahí nacen Irene y Benjamín.

Irene

42 años.
Rechazó dos pretendientes sin mayor motivo.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de sus actividades matinales se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio, solamente eso la entretenía. Tejía cosas necesarias, tricotas para el invierno, medias para su hermano Benjamín, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma en algunas horas. Mostraba una destreza maravillosa, a su hermano se le iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Benjamín

40 años.
Se le murió María Esther antes de que llegaran a comprometerse.
Todos los sábados iba al centro para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina. También aprovechaba esas salidas para comprarle lana a su hermana Irene, ella tenía fe en su gusto, se complacía con los colores que escogía y nunca tuvo que devolver madejas. Se preguntaba que hubiera hecho ella sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontró el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes y lilas. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; pero no tuvo el valor para preguntarle que pensaba hacer con ellas.

Actividades

Hacían la limpieza por la mañana, levantándose a las siete, y a eso de las once Benjamín se dirigía a la cocina mientras Irene repasaba las últimas habitaciones.
Almorzaban al mediodía, siempre puntuales, y no quedaba nada más por hacer fuera de unos platos sucios.

Primera toma

Eran las ocho de la noche, Irene estaba tejiendo en su dormitorio y a Benjamín se le ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fue por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuchó algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oyó, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Se tiró contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerró de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de su lado y además corrió el gran cerrojo para más seguridad.
Fue a la cocina, calentó la pavita, y cuando estuvo de vuelta con la bandeja del mate habló con Irene.

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